Conversaciones Desde
Con Federico Vegas
“Alcohol may be man´s worst enemy, but the bible says: love your enemy”
Frank Sinatra
JO: Cinco miembros indispensables dentro de una romería personal de santos laicos:
F.V: Tres hijos y dos nietos.
La sombra más clara sobre Venezuela:
F.V: Una de Cabrujas sobre Caracas: La ciudad que hemos construido es un eterno regreso al futuro”. A lo que añado: “Caracas es una ciudad que tiene el futuro en su pasado más reciente”.
Un descarrío a nombrar con orgullo:
Las mañanas a la deriva, compensadas con tardes de culpa y noches de perplejidad.
La mejor merienda para repetir en la eternidad:
Whisky y helado de vainilla a las tres de la mañana para convertir el insomnio en un recurso renovable.
El instrumento comparable al sentimiento:
F.V: Toda palabra que termine en “miento” hay que sortearla.
El lugar para las armas:
F.V: Las vainas de la vida
Entre hemisferios mundiales y cerebrales ¿queda algún mapa por trazar?:
F.V: No es fácil aceptar la familia geográfica de nuestro trópico, esa banda de Cáncer y Capricornio que le da la vuelta al mundo. Tenemos el cerebro atrapado por los hemisferios de la historia, lo que viene a ser un tipo de histeria, pues nos hacen olvidar que Burma y Tailandia comparten nuestras mismas palmas y aguaceros.
La peor receta para sanar:
F.V: Declararse enfermo con minucioso orgullo
Una escena cinematográfica recurrente:
F.V: El zapping. Es importante que nuestro zapeo sea con “Z”.
La calle para mudarse y amar:
F.V: Prefiero la peor casa de la mejor calle a la mejor casa de la peor calle. Es más fácil cambiar la casa que la calle, o que la ciudad.
La parte del cuerpo de toda mujer:
F.V: Kiki de Montparnasse nació sin pelo entre las piernas, lo que fascinaba a los pintores cuando ella les modelaba, pues, mucho antes de llegar al lienzo, por ahí empezaban a pintar.
Cuál es el valor real de una moneda:
F.V: Lo que recibimos a cambio. A Oscar Wilde los ingleses nunca le perdonaron la frase: “El cínico es el que conoce el precio de todo y el valor de nada”.
Una santa no venerable:
F.V: Anna Magnani, por su cara de dolor bien amortizada.
Giulietta Masina en “La noche de Cabiria”, por su sonrisa de ángel apaleado y su mirada de inocente redención.
La mujer de la palabra criolla:
F.V: María Felix haciendo de Doña Bárbara, y diciendo al final: “¿Qué me pasa, que me busco, y me tropiezo conmigo misma, y no me encuentro, y no me encuentro…”. Pareciera que Venezuela entera suspirara en sus labios.
Una religión por descubrir:
F.V: La atención escrupulosa hacia lo más grato y sencillo.
El centro de la casa:
F.V: Mi almohada. Nada peor que una almohada traicionera, o una de esas que propician nuestras mejores ideas en los inertes letargos, o que insisten en sueños demasiado deliciosos, o en pesadillas sospechosamente contiguas a nuestra realidad.
El afrodisíaco inútil:
F.V: Corn Flakes de Kellogs, pues viene después del desayuno y de la noche. Los amantes, como un símbolo de la pasión consumada, cortan el fálico cambur sobre las hojuelas, ya flácidas por la leche derramada.
La marca para el gusto:
F.V: El vino Vega Sicilia, pues me recuerda a mi hermana, Cecilia Vegas.
La mejor ciudad, con el mejor diseño…o al revés:
F.V: Venecia, por lo infinita…
F.V: Hay partes de París que podrían ser Caracas, y partes de Caracas que podrían ser Madrid. Sólo Venecia es siempre Venecia.
La intervención arquitectónica susceptible para la envidia:
F.V: La casa de huéspedes ilustres en Cartagena, de Rogelio Salmona, con sus muros de coral y bóvedas de ladrillo (“¡así cualquiera!”, llega a pensar uno, mientras se revuelca de envidia)
El último animal por interpretar y traducir:
F.V: Cuando desaparece una especie perdemos una biblioteca entera. Como compensación tengo un cachorro que se comió varios libros.
Una nave para pilotar:
Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel, pirata que llaman,
por su bravura, El Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
¡Daría un diente por volver a ver lo que vi, mientras recitaba estos versos, encandilado frente a una pared blanca!